Si hay una ciudad en España que no te puedes perder, sin duda esa es Granada,’ dijo en una ocasión Ernest Hemingway. Granada es una fuente de inspiración para muchos artistas. El poeta y dramaturgo Lorca, quien vivió durante años en esta ciudad, llegó incluso a afirmar: ‘Si no hubiera nacido cerca de Granada, nunca podría haber escrito Bodas de sangre.’ No es de extrañar: una ciudad con vistas a la Alhambra y Sierra Nevada que vuelven a cautivar una y otra vez, y donde el pasado árabe todavía es palpable.
Granada es una ciudad que se debe explorar sin prisas, si se quiere disfrutar plenamente de la arquitectura. La mezcolanza de estilos arquitectónicos es testimonio del pasado social, religioso y cultural de la ciudad. Hay edi cios de todas las épocas. Viejos, pero vivos. Deambulando por las estrechas callejuelas de paredes blancas en el laberíntico barrio de Albaicín, uno se siente transportado a la época árabe. Aquí antaño vivían los artesanos y los nobles. Este barrio, que con razón gura en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, contaba hace seis siglos con treinta mezquitas. Respiro el ambiente de la ciudad, saboreo las dulces delicias de los monasterios y seguidamente me entrego en cuerpo y alma al hechizo de la Alhambra.
Palacio de ensueño
Cuando uno camina por la Alhambra, todos los demás monumentos de la ciudad parecen palidecer. Este efecto no se ve afectado por el hecho de que se permita la entrada
a ochocientos turistas por mañana o tarde. Tenemos que admitirlo: las guías tienen razón. En la Alhambra uno tiene la sensación de entrar en un cuento de las Mil y una noches. En
el Patio de los Leones las columnas se erigen como si de un bosque de palmeras se tratara y la fuente de los leones evoca un oasis en un desierto de mármol. No es difícil imaginarse cómo en su día deambulaban por estas misteriosas estancias soldados, religiosos, miembros de la corte, princesas y
las mujeres de un harem. Bajo las cúpulas profusamente ornamentadas, cubiertas por cielos estrellados, los sultanes y los reyes se reclinaban sobre los cojines, mientras disfrutaban de las espectaculares vistas a las cumbres de Sierra Nevada que les ofrecían los bajos ventanales.
En los pasos de boabdil
Termino mi visita con el recorrido que hizo Boabdil, el último rey árabe, en 1492. Salió para siempre por la puerta de la Alhambra, volvió una vez más la vista a las tierras labradas y a Sierra Nevada, e inició el descenso por la empinada cuesta. Llego al lugar donde Boabdil les entregó las llaves de Granada a los soberanos cristianos y tuvo que decir su último adiós a su ciudad. Dirigiéndose hacia la costa con su madre, esta le dijo: ‘Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre.’
Dit is een Spaanse bewerking van een Nederlands artikel dat eerder in ESPANJE! verscheen. Het originele, uitgebreide artikel lees je hier.
Dit artikel is eerder verschenen in ESPANJE! (nummer 1, jaargang 2014) en de informatie kan achterhaald zijn. Auteur: Karin Anema.
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